miércoles, 26 de septiembre de 2007

la metamorfosis de las palabras al pedo

Me imagino todas palabras al pedo, ubicuas, inocuas, bióticas emprendiendo jugos tóxicos y venenosos a la claridad. Veo muerte de ideas y renacer de la causalidad eficiente respecto de la coyuntura temporal del espacio metafísico de interacción de los entes, una relación estrecha considerando el tiempo y lo sucedido, y lo que corresponda a la construcción del éter, intrínseco en la superestructura esencial del enclave, tan susceptible de lo contingente como para arrebatar presencia ante los hechos consumados: lo claro, lo bello y lo distinto, como cosmovisión arterial de lo necesario y del ser inestable. Una vez consumado dicho hecho contingente, el evento se habrá disparado según la intensidad que haya correspondido a la situación por la petición hiperbólica temporal adyacente a la actualidad, en confluencia espacial con el usufructo instantáneo y visceral intuitivo que efervece de la oscilación única; teniendo lugar en lo imponderable, en la etérea razón, en la subdivisión del alma a que referencia cuanta pasión cerciora el instante, el método obscuro e inherente al representar lo dado. Así la aristocracia micótica del encuentro confluirá en la inesperada pasión del recurrente e inspirado suceso, que con su rostro inconsciente expresa el deseo insostenible del propio antifaz; entonces como fresas doradas, las amadas por el cuerpo astral son las sospechosas del fluir de un sueño improbable como las estrellas encapsuladas por el desencuentro de la reconstrucción espectral, las frecuencias viles del diodo, sus desfasajes anonadados... lo atenuante que se rebaja al caos en aglomeraciones multitudinarias antepuestas al todo, que maniobra su arte ante el menor ademán por huir de la nada.