El sol, calvado en el cielo
que martillo nos ofrece ese clavario.
que tornillos acompañantes
leales instrumentos de sosten
Flotando sobre las copsas que lo agarran
Esos muñequitos denominados cielo
Explayando todo su fuselaje
su manta desplegada sobre nuestros cuerpos
su pintada final
un silvido sobre la arena
la última nota
rebeldía azul
bohemio ser aplanado
techo demoníaco de todos los tiempos
objeto inalcanzable
sujeto de placeres
noche de estrellas, día horrendo
vendabal de lágrimas
horizonte cerrado
aplacable ironía
Oíme pedazo cuadrado sobre mi cabeza
Oíme bien cómo te canto...
así terminaba la tarde
yo a veces desafinaba
del otro lado, un puño cerrado
una historia de plazos acabados
una escapatoria solemne de plumas
como si todo de él dependiera
perdiéndose en un espacio distinto
alejándose de la tierra sin talento
aferrándose a la lejanía de mis pies
pero aún fuera de mi cabeza
Convergiendo todas esas impurezas hacia alguna salida
una salida de silencios,
una temperatura olvidada,
hasta ese momento.
Después fue el ruido