jueves, 6 de noviembre de 2008

Del espantoso episodio del que fue protagonista una niña mientras iba camino a una panadería

Dos panecillos y una cremona para la tarde. ¿Cómo recordar todo esto durante las tres cuadras hasta la panadería? La pequeña niña eligió la idea que le pareció más divertida, y que más le gustaba, como no podía dejar de ser para una futura cantante famosa: Iría cantándolo al ritmo de su canción favorita.
Doooos pa-neciiiii-llosss yuuuuu-na cremoooooo-na
Doooos pa-neciiiii-llosss yuuuuu-na cremoooooo-na
Iba cantando y saltando por la segunda cuadra cuando se dio cuenta de que no se oía cantar. Estaba cantando, pero sus oídos no lo percibían.
"¡¡Me quedé sorda!!" - pensó aterrorizada, pero pronto un camión pasó a su lado aturdiéndole con el ruido a chatarra que emanaba del motor.
"¡¡Me quedé muda!!" Concluyó, no menos aterrorizada. Los ojos se le llenaron de lágrimas: Una cantante famosa, muda. Ella no conocía cantantes famosas y mudas. Su vida estaba completamente arruinada.
"No puede ser... ¡¡¡es una pesadilla!!!" - gritó. Sus oídos nada percibieron, pero dos palomas que estaban arruyando cerca de sus pies huyeron despavoridas. Inmediatamente, se acercó a un gato que estaba en la esquina de la acera y lo llamó: "Gatito, mishi mishi mishiiii". El gato, primero se agazapó, abrió bien sus ojos amarillos, y en cuanto la nin{a comenzó a llamarlo nuevamente, escapó corriendo a resguardarse bajo un árbol. 
"No entiendo qué me está ocurriendo. Todos me oyen y yo no me oigo. Lo peor es que nadie se dará cuenta lo que me ocurre. Nadie me creerá" -pensó. Pero ese pensamiento no llegó a su cabeza. La cabeza estaba como desconectada. 
Su cuerpo, poco a poco, se estaba independizando de su mente y de sus sensaciones. No tardó, entonces, la vista en alejarse, y darse media vuelta. Miró. Allí estaba ese cuerpo, que tantas veces había observado a través de mil espejos, allí estaba ahora, directamente ante su propia mirada. Y veía el cuerpo de una niña, con aspecto pálido y aterrorizado, agitando sus brazos y manos para todos lados, tratando de localizar algo a lo que aferrarse, porque claro, esos ojos ya nada veían, y esos brazos que chocaban con torpeza contra el árbol nada transmitían al cuerpo, que seguían tratando de hallar un lugar, un punto de partida. 
El sistema auditivo, también exiliado del cuerpo, captaba los alaridos incomprensibles que despedía por la garganta, mientras la vista veía cómo la boca se cerraba fuertemente contra la propia lengua, que ya comenzaba a sangrar, casi tanto como sus manos sangraban de tanto rasgar el árbol con las uñas, sin siquiera saberlo. Las piernas de la niña, vencidas, chocaban contra el suelo sin pensar, sin sentir lo que estaba ocurriendo, un cuerpo alocado que no dejaba de tumbarse y retorcerse, que ya estaba empezando a rodearse por los vecinos preocupados, y la sirena de la ambulancia, y los gritos de la madre que ella podía oír perfectamente aunque sólo para pensar,  sólo para pensar en lo que podría suceder de aquí en más, y sentir desde lejos, pero para nada más.

Libertad encarcelada

"La cárcel es para la gente mala" le habría dicho alguna tía en sus épocas de niñez. Esa era la única cosa que tenía en la mente en ese momento, mientras sus pies se dirigían por primera vez a la celda que le fue asignada, donde dormiría junto con otros asesinos como él durante los próximos veintitantos años. Detrás de sus pies venían las botas del guardacácrel, quien lo sostenía con una mano sobre la nuca, inclinándole la cabeza hacia adelante, y con la otra mano agarrando la cadena que unía sus muñecas, completando una especie de círculo con sus brazos y su espalda.
De un instante a otro, un empujón lo arrojó hacia la puerta de una celda, igual a todas las demás. La puerta se abrió por el choque con el cuerpo, que quedó tendido en el suelo, dolorido.
"Levantáte maricón, ¿te gustó el viajecito? Porque la estadía en el hotel es mas linda todavía para los putos como vos."
"Se ve que hablás con conocimiento de causa."
"No te hagas el pelotudo. Acá no sos nadie, sos un número de mierda. Eso tenelo clarito, ya perdiste la libertad, pendejo."
"¡Y quién lo dice! Otro condenado. ¿O acaso creés que sos mucho más libre que yo?"
"Hasta mi perro es más libre que vos."
"Y seguramente que vos tambien. ¿O tu mujer se pondría contenta de que un día dejes de venir acá, a esta cárcel de mierda, a rodearte de los chorros y asesinos para cobrar tu huesito de cada mes? Entonces ¿Quién es carcelero de quién? ¿Quién prohíbe ser libre a quién? Yo, al menos, decidí matar al hijo de puta que maté.  Vos nunca decidiste nada."
"Yo diría que el hombre de azul que tiene un garrote en la mano y te está por cagar a palos es quien domina la libertad de un sorete sarnoso que está revolcándose en el piso."
"Seguramente golpearme será tu elección y no algo escrito en un puto manual de procedimientos que te obligaron a leer y estudiar cuando entraste a trabajar acá porque te estabas cagando de hambre, del mismo modo que si en el puto librito decía que me tenías que agasajar con unos panqueques ya estarías en la cocina con el delantalcito batiendo huevos."
"De hecho, estaba por empezar a batirte los huevos a patadas."
El oficial le pega tremendo puntazo directamente sobre los testículos. El reo lanza un grito ahogado, fuertísimo, y se retuerce para aguantar el dolor.
"Ya vas a aprender" dice el carcelero, y se da media vuelta, dirigiéndose con ligereza al baño de los oficiales. Ya se hacían las cuatro, y como todos los jueves le tocaba lavar la letrina.
El preso, aún recostado sobre el suelo, decide alzar su cabeza y mirar por la rendija de la mirilla que deja ver un pedacito del cielo. 
"Ya vas a entender" susurra.

domingo, 26 de octubre de 2008

Dos Niños

Hay dos niños.
Entonces, un pequeño garage es una cancha de fútbol.
Entonces, un trapo revuelto es una pelota, y un árbol es un palo, que a ocho pasos del hermano más grande, transforma una remera en otro palo.
Entonces, por último, el más chiquitito es la Selección Nacional Argentina, y el más grande es Brasil, con Ronaldinho y todo, y a la hora de la leche se termina la final del Mundial.
Los niños empiezan a jugar.
Aaaaarrrrranca el partido. El grande le pega. Gol. Sin más, ya van uno a cero.
Cambio. El grande va al arco. Como siempre, después de cada gol se van turnando, es la técnica que inventó el más grande para que el chiquito no pierda y se ponga a llorar, como antes. Ahora siempre empatan, y todos contentos.
Por eso, ahora, le toca al mas chiquito. Le pega, le pega, le pega. No puede hacer el gol. El grande, había decidido no dejárselo hacer más, debía crecer, debía hacerlo por sus propios medios, que se lo gane.
Entonces chiquito pega y pega, pega y pega, desde las tres de la tarde hasta las cuatro y media, le pega y le pega pero el más grande es más grande y por eso ataja todo y no se puede hacerle gol.
Chiquito se empieza a enfurecer, y a las cinco se sigue empezando a enfurecer, sin poder hacer ningún gol.
El grande ya está un poco cansado, pero está decidido a seguir con el aprendizaje. Le dice "Chiquito, no seas tonto, tomá carrera y pegale con todas tus fuerzas. Se hace la hora de la leche y va a venir mamá y te vas a poner a llorar. Tomá carrera y pegale bien fuerte."
El chiquito obedece. Diez, quince, venite pasitos para atrás. Mira el arco. Escucha una cucharita dando vueltas en una taza, es mamá revolviendo la chocolatada. Tiempo de descuento. Tiene que ser ahora.
Arranca. Toma envión, sus piecitos van rápido, cada vez más, mucho más, se despegan del suelo, corren y corren, chiquito corre y vuela sobre el piso que se acerca a la pelota, como un avestruz, como un antílope volador, se transforma chiquito en mil tigres que van por un túnel invisible, a toda velocidad, al encuentro de una pelota, un trapo que espera el encuentro con el piecito y el encuentro ocurre, ocurre ahora y el trapo estalla en el aire, se abre como un trapo que se dirige a un árbol y lo envuelve y vuelven a estallar juntos, se destrozan en mil, en quincemil pedazos que agujerean la madera, que se llena de trapo, y la remera-palo también se despierta y se levanta y va al encuentro de lo que queda del árbol y el trapo,  y se abrazan los tres y se rompen y giran en un tornado de madera, trapo y remera veinte porciento polyester y ochenta porciento algohodón, y el garage también queda suspendido en el aire, las hojas del árbol se desprenden y caen bailando con los pedacitos de trapo y de remera de algohodón y polyester que se disparan contra el aserrín y finalemente caen poco a poco sobre la cabeza del más grande, que está mirando a su hermanito.
"Rompiste el árbol" - Le dice.
"Si, pero pegó ahì, y después entró" -dice el chiquito, algo exhausto
"Tenés razón. Empatamos" - Dice el grande, y antes que los llame la mamá, vuelven juntos a la casa. Seguro que ya está servida la chocolatada.

Un meo

Sábado 25 de octubre, 20 horas. Toca La Renga en Obras. Como siempre, nada de propagandas, nada de carteles en la calle. Sin embargo, el boca en boca lanza decenas de miles de personas a la calle, que se agolpan en la entrada para reclamar su lugar en el campo del estadio.
Por una callecita aledaña, cerca de la estación del tren, viene muy tranquilo Matías, con su cerveza que se mezcla con el sabor del envase de Cocacola sin etiqueta.
En la esquina, un policía lo ve venir e inmediatamente hace sonar su silbato. Matías se sorprende, no lo había visto. Tratando de que no lo vea, deja la cerveza contra un árbol.
- "Documentos, por favor"
- "Uhhh, que ganas de romper las bolas.." - Matías susurra en voz baja, para sí mismo.
- "¿Cómo dice?"
- "Nada, nada, ya te doy." - Las manos torpemente comienzan la búsqueda de algún improbable bolsillo en el pantaloncito de fútbol del mundial del '86, que a duras penas le llega a las rodillas. Los dedos sólo encuentran agujeros en la tela.
- "¿Tiene algún problema señor? Le pedí sus documentos."
- "Si, si. Justamente tengo algo que me molesta bastante acá adelante mío."
- "¿Me estás cargando pibe? No te conviene hacerte el boludo, la vas a pasar mal"
- "No, no, señor policía. Me refería al sol, que me pega en la cara,  y no me deja buscar eficazmente mis documentos."
- "Me da los documentos o lo llevo demorado, por averiguación de antecedentes."
- "¿Qué precisás conocer? Preguntá nomás, no hay drama."
- "Le repito señor, no se haga el vivo y proceda, me está empezando a cansar."
Matías por fin se da cuenta que no tiene ningún bolsillo.
- "Ahhh, ahora me acuerdo... Me los puse en las zapatillas, por el recital, ¿vio? Aunque por el olor a pata, sinceramente, no le recomiendaría..."
- "No me haga perder más tiempo. ¿Qué tiene en esa botella? ¿No sabe que no se puede tomar alcohol en la vía pública?"
- "No, no es cerveza, eh. Eees... eees..., es una muestra de orina, que llevo para el doctor."
- "¿Ah, si? ¿Y usted orina con toda esa espuma?"
- "Y si..., justamente por eso estaba llendo al doctor."
- "Usted me dijo que estaba llendo al recital."
- "Siii, si.. es que saqué consulta para hoy, y luego me llamó y me dijo que lo suspendíamos porque se venía a ver a La Renga. Y bueno, yo igual me vine para que me vea, por lo de la espuma, ¿vio?"
- "Señor, me lo voy a llevar demorado a la comisaría por consumo de alcohol en la vía pública y desacato a la autoridad. ¿Tiene alguna otra cosa que lo comprometa?"
- Si, obviamente. Traigo el anillo de casado. Mi mujer me mata si me lo saco. Es brava la petisa."
- "Responda por afirmativo o negativo. ¿Lleva drogas encima?"
- "Afuera del cuerpo, nada de nada."
- "Suba ahora mismo al vehículo."
- "¿No tiene un críquet?"
- "Veo que es usted un gracioso. La va a pasar muy mal. Lo voy a trasladar a la comisaría y permanecerá incomunicado por 48 hs. Personalmente me ocuparé usted."
En eso, se arma una revuelta en la avenida, a dos cuadras. Hay corridas y golpes, enfrentamientos con los oficiales. Le suena el handy al policía, le piden refuerzos. Éste sube al auto, y sale a toda velocidad en dirección al lugar de los hechos.
Matías agarra nuevamente la botella, toma un sorbo. Le da asco, se había calentado mucho.
Realmente parecía pis. La deja en la calle y enfila tranquilo para el recital.

domingo, 19 de octubre de 2008

La Historia

La historia es un recuerdo colectivo, imàgenes y sonidos en las mentes de la sociedad. Un libro, un relato, son representaciones de esa idea.
La historia, columna vertebral del presente, que se sostiene en el mismìsimo coxis de la memoria, gira y gira sobre sì misma como puliendo los resabios del olivido para callarlo definitivamente.
Es entonces un grito, un alarido desesperado y trascendental sobre el silencio, y es a la vez esperado, esperado por quienes sòlo podemos esperar aferrarnos a ella para no seguir desapareciendo.
Es un grito y es una oreja escuchadora, oh si, la historia es tambièn una oreja que escucha los susurros que vienen del futuro, y que rebotan en el pasado, adionde toman enviòn para su salto final clavando su pie en los pueblos presentes.
Los pueblos presentes: Predestinados a ser los ùnicos responsables de sostener el manto insoslayable de la historia. De todas las historias. De cada historia. De miles de historias, miles de serpentinas entrelazadas que se hilvanan en el imaginario popular, que se entretejen para formar el propio manto que abriga a los pueblos en los frìos màs crudos.
La historia, el interruptor para encender la mirada. La nafta para reconocerse.
Una bolsa llena de espejos, ya no de colores, sino de olores, de perfumes que deja el tiempo en las narices de los hombres. 
Si el hombre protege su historia, la historia promete proteger al hombre

Un perro

Un perro tiene los ojos en otra frecuencia lumìnica que un hombre. Entonces, en tanto perro, puede observar las ideas de los hombres, sus creencias, sus anhelos. Èstos son como pelotitas naranjas que te salen por la nuca y te rebotan en la cabeza. En cuanto el hombre deja de creer, de pensar, de recordar, la pelotita se le revienta en la frente como un huevo.
En algunas ocasiones, el perro ladra alarmado.
En otras, se acuesta a reflexionar.

Hombre

Hay dos hombros.
Uno de ellos naufraga por su brazo hasta llegar a una mano que sabe identificar al enemigo. Y sabe golpear, y sabe por qué golpear, y cuándo.
El otro hombro conoce el camino hasta otra mano, que construye y elabora lo que piensa la cabeza.
En la cabeza está la mente, como una cajonera de pensamientos, donde al ritmo en que la sangre roja entra y sale del corazón, los cajones de ideas entran y salen con astucia y alegría. 
Alegría tiene también en los pulmones, dos obreros organizados, concientes de su participación en el mundo-hombre, que regalan la plusvalía de aire al cuerpo entero.
En el pecho algo busca escapatoria desde adentro., tratando de salir, pero sólo consigue rasgarle un poco la camisa. Ese fuego interior está bien aprisionado, aunque siempre logra fugarse por los ojos, lanzando miradas profundas y furtivas de color negro.
De fuego también está hecho el tono de su voz, y las palabras que este hombre utiliza para agruparlas y combinarlas en oraciones que hierven como lava.
Cuando el hombre abre la boca hay un volcàn que habla. 
Las manos se recuestan a leer, los ojos se ponen a trabajar.
El volcàn habla, escribe y se pone a mirar.
La lava quema al enemigo.

Eh loco

- Eh loco, aguantame el fierro que le choreamo al quiosquito
- Recatate barrilete, ta la gorra en la esquina
- Eh, gato, dame el caño o te doy un viaje
- Eh, amigo, ta todo liso, hagamo asi, yo voy con el chumbo y vo habla. Nunca choreaste y se te escapa el tiro a vo gil.
- Y si viteh si se retoba lo quemo al viejo
- Pelotudo, el arma es de juguete
- Lo quemo igual
- ¿Y cómo lo quemás?
- Le pido un encendedor
- ¿Y si no te da?
- Le compro uno
- ¿Con qué plata?
- Y... con lo que choriemo
- AHhh, es cierto. Bueno vamos
- Vamos

lunes, 13 de octubre de 2008

Aquel Otro Árbol

De la tierra surge la hoja madre, enorme símbolo verde que prioriza antes que todo el nacimiento desde su vértebras de decenas de ramitas que confluyen y se integran en macizos pedazos de madera que con firmeza buscan la mejor posición para sostener al tronco, que señala la ubicación del cielo.

Un Árbol

De la tierra aparece el tronco, marrón oscuro, incrustado. A su alrededor surgen, entonces, las raíces de la tierra, que se vuelven a sumergir, repitiendo varias veces el procedimiento. Mientras tanto, el tronco mayor se sigue alzando poderoso hasta el cielo, desprendiendo de su cuerpo miles de ramas y ramitas de cualquier tamaño, a quienes no duda en encargar la custodia de la vida verde, que enfrentará al viento hasta que sea el propio tiempo quien exija su renacimiento.

El Día del Juicio Final

Soy una cucaracha. Estoy nadando. Ya hace tiempo que tuve que aprender a nadar. Todas las cucarachas hace tiempo tuvimos que aprendimos a nadar, al menos las que estamos vivas. Yo antes vivía en la basura de la ciudad. Otras como yo tenían su nidito en el nidito de algún hombre.
El hombre, asesinado por el hombre. El hombre, el que no pudo soportar el agua, ese día que empezó a llover al revés, de abajo para arriba, ese día que desde los mares venía el agua a los ríos, de los ríos a las cloacas, de las cloacas a las ciudades, de las calles hasta las nubes. Al revés.
El hombre ya sabía nadar, pero no le servía, necesitaba tomar agua, y ya no había agua para tomar, sólo había agua para nadar.
Y muchos nadaron. Y muchos otros murieron. Y luego murieron los nadadores.
Y quedamos nosotras, las cucarachas nadando.

Ahora estoy alrededor del agua, sigo nadando.
Estoy sola, pero de lejos veo a otra cucaracha. Me acerco y veo que está sobre un pedazo de tierra. Es la primera vez en años que veo un poco de tierra.
Cuando llego la miro, le quiero preguntar dónde estamos, si por fin hemos llegado a algún lado, pero ella habla primero.
Me comenta que estamos muertas.

lunes, 29 de septiembre de 2008

domingo, 28 de septiembre de 2008

Me tropiezo y me caigo

Necesito escribir este relato y nada me viene a la cabeza. No se me ocurre nada. Y el tiempo es algo que se cae permanentemente sobre mí, y necesito pararlo un rato para pensar, pero se sigue cayendo y esto lo tengo que tener para el sábado.
Entonces me paro, camino y vuelvo. Y nada.
Y entonces de nuevo, me paro, camino y vuelvo. Y de nuevo nada.
Y en el tercer "de nuevo", me paro, camino y tropiezo. Caigo. Una piedra había en el piso. En el piso estaba, pero ahora ya no la veo en el piso, ya la veo cada vez más arriba, más en el techo, más en el cielo.
La piedra en el cielo, y yo sigo cayendo, como el tiempo.

Stop.

Yo dejo de caer, y el tiempo sigue su marcha. Me levanto. Me miro. Creo que estoy bien. Me miro las piernas, los brazos. No me pasó nada. Me miro un poco más. Mis manos están bien. Al menos eso dicen. Me miro, me miro. Me empiezo a mirar más de cerca. Me miro a la cara, tengo la nariz bien, y el ojo izquierdo un poco rojo. Ahora me miro cómo cierro los ojos. A decir verdad, nunca había visto semejante cosa, mi cara con los ojos cerrados. Algo raro está pasando, pienso.
Me sigo mirando. Me miro de frente, de espaldas, me miro un poco la nuca. La nuca. La nuca está bien, no te preocupes, me dice un codo.
Me aturden mis manos que no paran de decirme cosas. No me voy a dejar sorprender, sé muy bien que las manos no hablan. "Eso es mentira" - me dice la zurda, pero no le creo. "Mirá ese olor" - me dice la oreja - "está tan frío, y sin embargo se lo siente salado". Mi oreja no entiende nada, no sabe que una oreja no puede decir nada de eso.

Stop.

Creo comprender que algo está mal. O estaba mal antes, y ahora se corrigió, quién sabe. Lo cierto es que hay una piedra en el cielo que reposa inocente.
Se me acerca un ciempiés. Parece amistoso. Mis orejas se lo quedan mirando, y mis manos por primera vez hacen silencio. El ciempiés me viene mirando las orejas, y comienza a abrir su boca:
"¿Qué quisieras romper?" - su boca pronuncia, indudablemente dirigiéndose a mi nariz. Yo no podía hacer otra cosa que seguir observando. "¿A qué te refieres?" - responde mi ceja derecha, incrédula aún de haber visto hablar a un ciempiés, y más aún por su falta de tacto para encarar una conversación amena con un desconocido cuerpo que habla. Mis pies me miraban nerviosos. No sería arriesgado suponer que se sintieran algo intimidados ante tanta multitud.
"En tu texto" - me dice - "algo se tiene que romper".
Ahora comienzo a entender, y recordar las largas horas sin dormir para terminar el ensayo, la publicación mensual, o lo que sea, ya ni me acuerdo. Eso, que tenía que terminar y leer, terminar y leer antes que se acabara mi tiempo, esa caída incesante.
"Al tiempo." - le digo - "Quiero romper al tiempo."
El ciempiés me mira, algo en la cara o en el cuerpo del ciempiés me está mirando.
"¿Y cómo harías?" - me pregunta desafiante.
"Le pondría un paracaídas" - le respondo, y me despierto, con el cuento terminado, y la tinta de mi birome tan seca como la garganta de mis manos.

El Brujo Postergado

El brujo estaba muriendo. Miró por la ventana de su habitación, alcanzó a divisar el mar brillante por el sol de la mañana. Este brillo se repetía en sus ojos, que eran dos pequeñas esferas que costaba identificar entre su cabellera blanca y gruesa. Su piel, rugosa, denunciaba el paso del tiempo para ese viejo moribundo. Sobre su cabeza descansaba un prominente sombrero azul, terminado en punta, como el de cualquier otro brujo. Y debajo del sombrero, asomaba nuevamente ese rostro, asustado, reposado contra el suelo, contando los últimos minutos de la existencia.
Ese hombre era un brujo, como cualquier otro, pero se destacaba por dos cosas: por sus insignificantes ojitos, y por su carencia de poderes mágicos. La primera de sus desdichas no había causado grandes consecuencias para su vida; solamente que a algunas personas les costaba mirarlo a los ojos, simpelemtente porque no lograban encontrarlos. En cambio, la segunda lo había marcado a fuego desde pequeño, cuando los otros brujitos jugaban a quemar árboles o crear palomas y él quedaba desplazado porque no podía hacer truco alguno. Los más cizañeros llegaban a acusarlo de no ser brujo, ya que nunca había podido demostrar destreza para efectuar un solo hechizo. En esa época, se pasaba largas horas practicando inútilmente con su varita de madera, tratando de mover hasta la piedrecita más pequeña, pero su ilusión jamás se concretaba, la piedrita se quedaba inmutable, con su aspecto irónico y burlón.
Así fueron pasando los años, y el brujo fue finalmente rechazado por su comunidad, acusado de inútil y hasta de persona. Pero él sentía que sus manos escondían sus hechizos; esto siempre lo había sentido y por eso seguía sintiéndose tan brujo como el más poderoso.
Ahora, ya había llegado la hora de su muerte. Una tristeza profunda le llenaba el alma. Si no lograba revertir su destino, su vida habría sido una farsa.
"Debo lograr un hechizo" - pensó - "Estoy más seguro que nunca de que mis manos celosas ocultan su poder". Tomó la varita de madera con esas temblorosas manos, y sus ojitos encontraron rápidamente una piedrecita para movilizar.
"Piedrita muévete" le dictó con toda la furia de su cuerpo, con la rabia de una vida entera de mentira. Pero la piedra reposaba.
"Piedra maldita muévete ahora" - repitió. Pero no había caso, sus fuerzas ya se debilitaban y no había respuesta de la piedra.
Entonces, la tomó y la observó de cerca. "Mis manos podrán postergar mi brujería hasta mi último aliento, pero nunca podrán detener a esta piedra apenas logre ponerla en movimiento" - dijo, y la arrojó con su último suspiro por la ventana. Unos instantes después, el brujo murió, y la piedra cayó al mar. Nunca más nadie la volvió a ver.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Los trenes iban, pero no volvían

"Los construyeron mal, les falta un poco de nostalgia", declaró el maquinista. En el auditorio había cerca de 200 personas, entre ellos ingenieros eléctricos, mecánicos y civiles, especialistas en ferrocarriles, estadistas, y hasta filósofos y los políticos de turno. Habìa nativos y extranjeros, y sus respectivos traductores. Todos miraban al viejo maquinista con estupor. "Les falta nostalgia" habìa dicho. Esa era su forma de explicar que los trenes salìan de la estación del pueblo hacia la ciudad, pero allì el motor se estancaba y el tren no querìa volver. Ya habìan probado cambiàndole el motor, la carrocerìa, la nafta, pero los trenes no volvìan. Incluso al viejo maquinista habìan cambiado una vez, tambièn sin suerte. Èsta era la primera vez que lo invitaban a la asamblea general armada especialmente para solucionar el insòlito caso. Y el maquinista ya habìa dado su veredicto. A esos trenes, los habìan construido sin nostalgia.

Los pájaros arreglan relojes

En Villa Pueyrredón, al menos, es así. Los pájaros arreglan relojes.
Se te va de hora el pulsera, o se te rompe el cucú, por caso. Entonces lo que hacés es dejarlo en la ventana y al ratito aparece un pajarito y se lo lleva a arreglar.
Claro que hay especialidades, no cualquier pájaro te va a arreglar cualqueir reloj. Por ejemplo, si el reloj anda a pilas, se lo lleva el ornitorrinco que tiene su nido en un taller de la Philips. Si es un reloj pulsera, de los que cargan la cuerda con el movimiento del brazo, se lo tenés que encargar a las cotorras o al pájaro carpintero, aunque hay que tener mucho cuidado porque sus gremios están en pica. En cambio, si es un cucú no hace falta decir que el monopolio lo sostiene el Sindicato Pajaito Cucú. Por último, si es un reloj grande, o uno de pared, basta con entregarlo a algún pajarón como ser un pavo o un ñandú.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Lluvia

En una palabra: Lluvia. Si me dejás explayarme un poco más, puedo decirte: Mucha lluvia.
Es decir, por cada lluvia que llueve, se larga a llover dos o tres veces más. Suena tonto, pero es así.
Ayer el cielo estuvo negro todo el día. Pablito me preguntó dónde estaba el sol, que hacía mucho que no lo veía. Yo le dije que se fue a iluminar otro planeta, porque se aburrió de la Tierra. Se lo dije como un chiste, pero se puso a llorar. Las nubes en el cielo, y los ojos en la cara de Pablito, los dos llorándole al sol para que vuelva.
Encima la vieja está con miedo, sabés como es ella. Yo trato de calmarla, pero cada vez me es más difícil porque yo también estoy empezando a aflojar.
Miro la calle y me agarra una cosa adentro que me hace nudos por toda la panza. Las calles están totalmente inundadas. Y lo peor es el olor. El olor que hay en dondequiera que mires. Es una gelatina enfermiza, pesada, que se te cuelga de la nariz y te hunde la cara para adentro. Viene del agua podrida, donde flotan los deshechos de una ciudad entera. Y peor que el olor es que no para de llover, que ya ni le pude decir a Pablito que el sol se hechó a descansar un rato porque ni yo me lo creo.
La gente ya se cansó de todo esto. La gente se está matando. Al principio, se preservaba la esperanza, incluso la gente se había empezado a a juntar, a organizar para hacerle frente a la tormenta imparable y solidarizarse con los más damnificados. Acá, en el barrio, nos habíamos juntado algunas veces en la biblioteca.
Pero la tormenta fue erosionando cada vez más nuestras esperanzas, y las reuniones parecían un grotesco de terapia grupal donde nos juntábamos a llorar nuestras angustias. No había uno solo con la fuerza de encarar ninguna resistencia. No había uno solo que no tenga un familiar, un amigo ahogado o electrocutado o que no se lo veía desde varios días atrás.
Así fuimos dejando de lado estas reuniones que en nada habían mejorado nuestra situación, y cada uno se fue encerrando en sí mismo, abandonándose a los caprichos del destino, literalmente tormentoso. Otros decidieron acabar con la lenta agonía mediante lo que yo llamaría eutanasia antes que suicidio.
Como ves, el panorama es bastante desolador. De hecho, esta carta, a puño y letra, no hay forma que te llegue porque el correo no funciona desde hace días. Pero a Pablito se le ocurrió que si la ponemos en una botellita, y la tiramos al agua mugrienta, tal vez, el mismo destino que nos arruinó, haga que algún día, no sé cómo, tal vez te llegue y puedas recibir un fuerte abrazo de tu hermano ya fallecido.

Pedro

Pedro es un ser anacrónico. Bien lograría mimetizarse con los hombres necios de otrora, de un tiempo distante en que la Serpiente era el Mal, que la Manzana era el Deseo. Su imagen me recuerda a una roca solitaria en una montaña: inocente, pero sin entusiasmo.
Pedro recorre el tiempo y el espacio con la indiferencia que le corresponde a una lupa que se acuesta a mirar el cielo.

Mi abuela usa lentes

Mi abuela usa lentes. No es algo que esté dado, ya que suele dejarlos por ahí, porque de todas maneras no ve nada. Pero en general, puede decirse que los usa. Sobre todo cuando se pone a leer, cosa que no se entiende ya que como dije antes, mi abuela no ve nada.
Sin embargo, se sienta y lee.
Se calza el elástico del lente por detrás de su arrugada nuca, se apoya en alguna almohada, debajo de una manta, debajo de un libro, debajo del sol. A leer.
Su dedo se posa sobre la línea que su vista a duras penas logra enfocar. Cualquiera que la vea se dará cuenta que en realidad sus ojos ya no son capaces de afrontar tamaño desafío.
Claro que esto no quita que cuando con su dedo acaricie la tinta del punto final, mi abuela te lo empiece a contar todo con lujo de detalles.

domingo, 31 de agosto de 2008

El laberinto de su belleza

Belleza linda, belleza pared.
Ahora hay que darse vuelta, y seguir en belleza, en bella belleza bella.
Bonita belleza, qué linda pared de nuevo, de nuevo voltear y seguir, belleza pared, belleza piso y techo.
Paso por paso, pasito corriendo, llego a labio pared, y le beso besote, aunque pared, ahora de vuelta pared, entonces vuelta y yo corriendo veloz vuelvo al amor.
Amor laberinto, la piel pared, pero pared adentro, adentro de piel pared.
Y como pared, entonces subo de nuevo, piso y techo, piso y techo, subiendo llego a labio, y ahora sí que sonrisa, macana de sonrisas y besos entre laberinto y yo.

Siguen continuando los parques

Diálogo entre los amantes del cuento de Cortázar "Continuidad de los Parques"
http://www.literatura.org/Cortazar/Continuidad.html

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Ella: Mirame
Él: ..... (Intenta soltarse. Evadirse y seguir...)
Ella: Esperá un poco.... Mirame a los ojos
Él: ..... (La mira)
Ella: Me mirás y no me ves a mi. Tenés los ojos como aturdidos
Él: ¡Basta! Todo está al revés. ¿No te das cuenta que todo está al revés? Que la Luna nos mira y eso no nos deja ver al Sol. Hay que terminar ya con esto.

Se suelta y se va
Ella le grita, pero eso ya no sirve; los oídos también están aturdidos.
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domingo, 11 de mayo de 2008

Basuritas para ordenar

Nada, masacote, balurdete.
Masacote de nuevo!
Sábana arrebanada por un grito
por otro y por otra
sombras rotas en dos, en quincemil
luces que se prenden de la oscuridad
muertes haciendo cola para nacer
parapete propulsor
artimaña artificiezca
poroto brotó
trocho, flojete, pimplatado
azucamurrado, perpecho, maceplato
artecosa, moteplanta,
la luna que no entiende,
por que miras al sol como si nada,
la luna te mira como si todo
y el mar flush, spleguadan, fshhhhhhhhh,
y se va de vacaciones al oceano.
ayey, mañaña, pasaso mañaña
tus orejas ya son un payaso aburrido
que se murió también por cansarse
muerte muerte muerte
que palabra pelotuda para un poema
no por lo poética, que lo es, sino por lo fácil.
por lo fácil para el poeta
que hace interesante sus poemas con la palabra muerte,
y cuando se le muere la vieja llora y llora como cualquier otro
palabra que te causan sensación de por sí.
y el poeta gana poemas y pierde poesía
"pero poemizate un sacapuntas mejor
un almuerzo aburrido
un sexo embolante, rutinario,
agarra y poetá otra cosa,
poetáte tu apéndice maricón que no sirve para."

jueves, 17 de enero de 2008

Cero Comentarios

Cero comentarios:
O estás consumado, o estás consumido.
Una planta goza del sol,
porque sabe que luego reposará,
y dará lugar a la luna.

Si así no fuese, el sol sería mas bien otra cosa,
como un látigo baboso.
Y el tiempo, su madre Baba.
Vida de baba con látigos.
El sol también conoce que descansará,
sino se pelearía con la luna,
y se habría prendido fuego hace rato.