lunes, 11 de octubre de 2010

Al Barquito

Pedacito de papel viajador
Te construyeron doblándote
Abalanzando dedos y uñas sobre tu cuerpito
Transformándote con suma precisión
desde algún astillero de cartón
en un barquito simpático que viaja
y viaja… y viaja…
por los canales de las calles
viaja el papelito hecho barco,
Y la ciudad entera te transporta
sin colectivos, sin trenes, ni subtes
sin colas para conseguir monedas
sin kiosqueros enojados por el cambio
sin taxis con radio diez
ni remises que nunca vienen
ni nada, nada de eso…
Sólo un papelito, sabiamente doblado
puede recorrer mi cuidad entera.
y yo lo veo desde la vereda
pasar a mi lado tranquilamente
con serenidad y firmeza,
como si mientras pasara me dijera
mirá como viajo solito
o como si me preguntara
¿y vos, que no llegás con las monedas?
¿Y vos?

viernes, 10 de septiembre de 2010

El vuelo de un ruiseñor

El vuelo de un ruiseñor no debe confundirse con el de palomas, pájaros carpinteros ni cotorras, no señor, miles de aleteos por milésima de segundo dirán que el ruiseñor es más que un ave urbana cualunque, es un destello en el aire, un punto vivaz que nos alerta, señores, aquí viaja un ruiseñor, seguid su vida, id a trabajar, caminad por donde váis, pero aquí, señoras y señores, aquí vuela un ruiseñor con sus alas de oro y sobre un viento que lo acolchona como un alma que lo abraza a uno por fuera. Pibes, sigan en su viaje al colegio, que por esta ruta, por aquí mismo, viajan ruiseñores.

La maraña de egolatrismos que poblaban la cabeza del pajarito hacían más llevadero su traslado. La humanidad debajo poco se fijaba si el animalito alado que le pasaba por sobre la cabeza cantando era ruiseñor o paloma o carpintero o cotorra, la humanidad andaba como todos los días, meta obligaciones y punto final.

Pero tenía que estar equivocado, no podía ser, tanta gente habitando la ciudad para nada, para caminar a velocidad apurada, absolutamente indiferente a los vuelos de ruiseñores. No podía ser.

El ave se pozó en una antena de televisión, cerca de Alsina y Combate de los Pozos. Su vista ruiseñora se ubicó inmediatamente en un hombre de lo más mediocre queavanzaba cansinamente por la vereda, su cuerpito fláccido se encontraba atrapado por un traje igualmente gris a la corbata que lo acogotaba.

El tipo se detuvo ante un inmenso portal negro, seguramente su lugar de trabajo, peroera demasiado temprano, no había llegado ni el loro. Ni el loro, pero el ruiseñor sí. Éste, sacando pecho lo observaba con su mirada de pajarraco, lo veía sentarse en la vereda y refunfuñar intermitentemente a cada rato, acudiendo una y otra vez a su reloj pulsera, como si hubiera olvidado que hacía pocos segundos ya había consultado la cantidad de tiempo que el aparato venía acumulando desde tiempos inmemoriales.

Si los ruiseñores pensaran, éste seguramente hubiera pensado, el tipo salió al trabajo sin verificar que aún faltaba una hora para alcanzar el horario rutinario de salida. Poco le importaba el caso al ruiseñor, lo que importaba era que a cinco metros para abajo allí había un hombre solitario, espantado por el paso del tiempo o porque el tiempo no pasaba. El aparato que rodeaba su muñeca no tenía la culpa, en realidad no había culpas, el sol seguía dando vueltas a la velocidad acostumbrada, y el hombre, que por fin miraba al cielo, veía por primera vez al pajarillo, y pensaba, ese pájaro me está mirando, y también se contestaba, no puede ser, pero bajo esas pobladas cejashabía un convencimiento de que de verdad lo miraba, y qué importaba si era paloma o chajá o pato o ñandú, qué le puede importar a uno ponerse a categorizar a las aves, lo impresionante es tener enfrente esos ojos necios, paralelos y mutuamente excluyentes, esos ojos que se anulan el uno al otro pero que en resumen no hacen más que fijar el punto de mira en uno, y un segundo después están por el aire, como abanderando a ese cuerpito sagaz que los secunda y que avanzan y avanzan hacia uno, y uno se hipnotiza de ver ese aleteo responsable de que el pájaro esté cada vez más cerca y que el tiempo se achique cada vez más y el pájaro de repente se nos aparezca con un tamaño considerable, como para temerle, y uno se da cuenta, este pájaro se me viene a la cabeza y uno se asusta y se despierta y así tal cual le pasó al tipo, cuando por fin despertó se dio cuenta que llegaría tarde al trabajo, pero eso qué importaba, seguramente cuando saliera a la calle habría un ruiseñor esperándolo.