Huelo como oliente. Distrayéndome de lo contundente. Mis amigos los silencios me despistan a mi lado. Reposan su suave lengua callada sobre mi palabra exiliada. Tienen una voz con perfumes despacios. Tienen alma de verdugo de orador. Llevan su párrafo escondido, como una sombra entre los dientes. Me besan con su boca fría de labios continuos. Entre ellos, ¿hace cuánto que no se admiten? ¿Cuánto hace de este besuqueo?
Floto como flotante. Distrayéndome de lo contundente. Estoy drástico, yo no se si lo notaste. ¿Quién quiere hacerse el brilloso? No soy el río cantando agua, o desembocando un caribe en tu mundo de alfiler. ¿Dónde verter lo prometido, si una gota de alma azul se duerme imposible sobre tu laurel?. O sobre un florero de manzanares. Traigo el viento entre mis mejillas desde tifones antepasados, y desde euforias que no tanto, de esas que servían sueños para las estrellas. Algo deshizo todo mal, pero qué inversa que es la hermosura. Dejame pasar a pasar a dejarle un ramo a los triciclos sueltos de tu parodia. A ellos me les tiro parlotear.
Vuelo como volante. Distrayéndome de lo contundente. De una mano hacia el suelo, arrugado y contaminante, pero el durante es puro vuelo. Soy mis alas de papel. Si es que planeo, me sale como puedo. Tatuarse la propaganda, es el papel de mi piel de papel. Distraigasé con tales atracciones, dice la tinta sobre él. Mas lo lamento. No me distraen las atracciones. Mas bien me atraen las distracciones. Nadie me invite a la felicidad, bastante que la llevo dibujada en mi coraza de fragildades. Voy llegando al piso. Ya vendrá algún niño a doblarme como avión.