jueves, 27 de junio de 2013

Alfileres

Alfil: eres alfileres.
Tus aciertos, siempre oblicuos, Alfil.
Tus errores, oblicuos todos ellos, Alfil.

Alfil, tu tristeza era tanta...
Trataste de matarte veinte veces.
Pero Alfil, tanta era tu desdicha también
Que pudiste sólo la vez primera,
solamente la primera, Alfil

Una flor única se acercó a tu lecho
Una flor brillante de blanca redención
Pero Alfil, tu destino fiel y negro
los separa para siempre, casillero mediante
con la distancia exactamente necesaria
para que jamás te enteres de ella

martes, 25 de junio de 2013

Elogio del despertar

Un pájaro silba a cada mañana sobre una rama. La rama se despierta por el canto y se despereza varios segundos durante la madera, y hasta minutos incluso por la caricia matinal hecha de tronco. Este cielo, cilindro de marrón irregular, la arropa hasta que salga un poco más el sol, y ahí sí se amanece entonces como nueva hoja verde, o como acción y resultado del invierno amarillo, según el hemisferio donde el planeta del pájaro haya podido estacionarse. El caso es que las hojas, ya verdes, ya amarillas, acarician una ventana clausurada al paso de los fotones solares. Adentro espera todo un mundo denso, casi macizo.


El pájaro de esto nada sabe, nada sabe pero canta, y su música se adentra presurosa por el vidrio, más transparente al suave sonido que a la luz del día. Y el sonido entonces, penetra. Un pulcro y frugal acertijo invade su ternura. Siendo silbido de ave no hay negrura que aceche. El delicioso monstruo ciego avanza, se desplaza, rebota contra unas copas, golpetea los costados de todo cuanto haya en esa infinita oreja que es la habitación. ¿A cuál horizonte se dirige en la oscuridad, sin la capacidad de la mirada? ¿Con qué criterio hace ampliar su alcance con tanto afano? No hay formas ni tiempo, sólo el hecho de abarcar. El mundo vuelto opaco; los colores, incendiados.

Tanteando cada objeto avanza nuestro protagonista, y le retumba a todo su intensidad transmutada en vibración. Por su propio eco detecta aquí una escalera; enseguida su inmunología le provee de eufemismos sonoros para avanzar un escalón (que, pobrecito, se planta inocentemente como pretendida muralla sorda), más arriba otros tantos curvados, y luego al final un escalón más alto que declara el fin de la escalera, dando paso a un nuevo suelo, tan negro como el inferior, aunque más forzoso para nuestro personaje que comienza a sentir el desgaste, esa creciente debilidad por alejarse de su alado origen.

Pero he aquí que el alma vibradora del individuo melodioso comienza a precibir su interior como mezcla pausada de otra alma de igual raza, aunque de origen escandaloso, cual resoplo de dragón escondido tras un indescifrable portal de madera gruesa e impronosticable coloración. Nuestra canción avícola, anoticiada ya de la presencia de un extraño, direcciona todo su corpus subyacente en el habitáculo de abajo para organizar el tumulto de su música contra el invadido, devenido repelente.

Los contendientes se identifican, se miden. Cada cual reformula su estrategia, coordina su ataque y su defensa previo al choque. Ambos advierten el claro desequilibrio material, porque el beligerante de las alas, prevenido ya del enfrentamiento, arroja toda su furia de espectros politonales sobre la ventana (ahora tremolante), sobre la escalera (apenas peldaño), sobre la puerta (pura delgadez). Su contrincante de acordes graves y origen incierto como toda respuesta entra en un pánico atroz quedando de inmediato disminuido a rebuscarse un escondite imposible, asediado y dilapidado violentamente contra las paredes, desmenuzado contra el aire todo vestigio de su voz otrora gruesa y ronca.

La guerra termina. El campo de batalla es fiel metáfora de su resultado. La nocturnidad adivina el fin de su letargo.
El ronquido cesa. El dragón despierta. El pájaro ya puede volar

Compañero de Ruta


Compañero de ruta, no me dejará mentir usted. Mis hijos me acusan de viejo delirante. Mis nietos más grandes, de viejo loco, y los más pequeñitos sólo se preocupan por alborotarme el cuarto. Pero a ellos cuando me dedico a contarles, ellos sí me escuchan muy atentos. Será que el respeto por los viejos se pierde a medida que uno crece. Y por supuesto que debo estar muy atento a que sus padres no me oigan. Enseguida se molestan conmigo como si estuviera haciendo algo que pudiera dañarlos. Y además me dicen que me exijo. Que me canso. Que luego me duele la garganta y respiro agitado. Qué me importa les replico yo, qué me importa respirar agitado una vez que se fueron todos y me he quedado nuevamente solo. No se enoje, por favor, solo es una forma de decir, no se me vaya a ofender usted justamente.
Hoy de hecho les hablé largamente de usted, ¿sabe? Y me di el gusto de ese atrevimiento por ser el día de mi cumpleaños, y tuve que intensificar los cuidados porque usted conoce cómo se escandalizan mis hijos cuando rememoro nuestras andanzas. Pero cada vez estoy adquiriendo mayor pericia para tomarme esas licencias con la debida cautela. Y la destreza adquirida, humildad aparte, no es poca cosa. Hoy por ejemplo tuve que seccionar mi relato contándole un poquito a cada nieto al oído, ellos luego se iban corriendo al patio y se pasaban las partes entre ellos y se reían a carcajadas. Sus padres, por supuesto, no entendían nada de lo que sucedía. Es mi deseo que se aviven un poco cuando lleguen a viejos.
Como le decía, les conté sobre usted, porque me vino a la memoria aquella vez que tomamos la carretera del norte en el alguno de esos veranos calurosos que solíamos disfrutar juntos. Y usted sabe que cuando cuento algo lo hago con lujo de detalles, así que antes que me pregunte le respondo que sí, que les conté incluso acerca de aquella visión fantástica que usted tuvo. No he olvidado e imagino que mucho menos usted. En realidad lo que yo no he podido olvidar es el gesto estupefacto de su cuerpo agitando al aire señalando ese tercer sujeto que supuestamente nos acompañaba, cuando bien sabíamos que a esas alturas del camino las únicas almas alrededor eran la suya y la mía. Ni una vaca en kilómetros había, y usted señalaba al aire diciendo que no éramos dos sino tres. Apenas recuerdo unos árboles a los lados, pero ninguno de ellos contaba con los brazos y piernas que usted describía con lujo de detalles.
Y no le cuento todo esto porque sí. Yo no le hablo a usted de gusto, sólo cuando lo necesito. Y a mi siempre me ha quedado con una pregunta por hacerle, ¿sabe?, acerca de ese día. Y nunca se lo he preguntado, debido tal vez a lo mucho que usted quedó afectado por aquella visión. Pero han pasado muchos años ya, y realmente ya estoy viejo y a estas alturas uno se va a dormir sin saber si al otro día volverá a ver el sol. Me voy a animar, con el debido respeto que le tengo, de tantos años de transitar juntos los caminos de esta vida. Y se lo tengo que preguntar porque ese día usted dijo algo sobre ese ser que veía, que realmente a mi me produjo una impresión muy fuerte, tal es así que hasta sospecho que esté relacionado con el recelo que mis hijos me tienen. 
Sé que me estoy agitando, no se preocupe, ya sabe que la respiración pausada no es precisamente uno de los desafíos que me he propuesto para la vida. Y no me desconcentre, porque realmente necesito una respuesta. Por favor, me está empezando a doler la garganta, hoy hice un gran esfuerzo durante la visita de mis hijos, así que le pido si puede bajar un poco para oírme mejor. Le decía, aquella visión que tuvo usted, de ese niño. Por favor, le ruego que baje un poco más al suelo que no puedo forzar la voz. No se aleje, por favor, me duele dentro del pecho. En serio, necesito preguntarle de ese niño que me abrazaba, por favor, no me deje, no me puede abandonar usted así...

viernes, 21 de junio de 2013

Oráculo

Llegó el hombre por fin al Oráculo, había sólo una puerta y un espejo en una gran sala vacía. Allí era donde el Oráculo le presentaría por fin el último desafío para acceder a la Verdad.
Estaba exhausto, sediento, y con el cuerpo dolorido por la travesía. A pesar de sus dolencias, hizo silencio para escuchar al Oráculo.
"Mírate a los ojos, y dime si verdaderamente crees que eres digno de la Verdad" - dijo la voz.
El hombre se miró al espejo, había en sus ojos el sufrimiento de los días pasados, pero un brillo de gloria asomaba por los días venideros.
"Claro que sí, Oráculo, soy verdaderamente digno de la Verdad" - gritó el hombre
"Te pedí que te miraras a los ojos. A cambio, osaste mirarte al espejo. No eres más que un cobarde" - dijo el Oráculo.
La puerta permaneció cerrada.

jueves, 20 de junio de 2013

Arrojo

Su alma explayada sobre el plano. Su color interior, su tinte más profundo, arrojándose sobre el espacio, sobre ese universo regalado y a su merced, al arbitrio de su azar. De buena madera, de consistencia incuestionable, de rectitud casi agobiante. Su rostro, un reflejo de su alma. Su cara transparente traslucía su cromático esqueleto. Y a medida que se dirigía a su auditorio (ese agujero blanco...) con la delicadeza de quien describe el reflejo de su propia imagen, de quien plantea los rasgos de la respuesta de un espejo, se desangraba en su explicación, se iba por completo en ella.
Espero se me entienda, no estoy exagerando, o tal vez sí, pero no por exceso sino por defecto. No sólo se desangraba: Se iba desintegrando, a cada esbozo, a cada intento por regocijar el ego de su imagen, por justificar cada irregularidad, o por enaltecer incluso alguna virtud, a cada intento le correspondía su propio desmoronamiento, su suicidio paulatino.
Dejándose ir y sin culpa por ello, es lo que lo hacía verdaderamente hermoso. Simplemente fluyendo a través del tiempo para reconocerse, y por su causa también mutando cada célula de la piel por un signo que la explique, cada trozo de alma por una alegoría que la interprete. Y a medida que se desintegraba a conciencia, tenía incluso que ir corrigiendo el rumbo de la descripción, porque la propia descripción lo desintegraba. Y ya desintegrado, no era el mismo que había sido descrito en el instante anterior, lo que lo obligaba a corregirse, corregirse y desintegrarse una vez más, otra vez más, siempre buscando ese símbolo perpetuo de sí mismo, y siempre en deuda, siempre en deuda como un perro que busca morderse la cola dando vueltas sobre sí mismo infinitamente.
Así prosiguió sus intentos, cada vez más precisos, cada vez más remendados hasta altas horas de la madrugada.
A la mañana siguiente, el escritor buscó su lápiz por largo rato. Sólo encontró unas palabras, éstas palabras, escritas sobre la mesa blanca.

martes, 18 de junio de 2013

correo

como un chaboncito del correo misticista:
los sobres tienen almas y misterios
pero yo solo voy tocando timbres 
y pidiendo disculpas 
por las molestias ocasionadas

sábado, 15 de junio de 2013

monos

vos me decías todas cosas importantes
yo no sacaba los ojos de tu chancleta
me decías motivos y razones, me detallabas sucesos
la chancleta verde estaba de costado sobre tu otro pie desnudo
movías las manos, explicabas y explicabas
la chancleta, verde y clarita; el pie desnudo y sucio
seguramente estabas en lo cierto en todo
la posición era rara, el dibujo verdecito daba contra unas uñas
y se te notaba muy segura, muy aferrada a eso que decías
parecían ojos las uñas, y como una boca el plástico de la chancleta
y me recriminabas también, indicabas cosas en que yo me había equivocado
pero era tan chistosa si uno las veía como una cara, porque la boca era verde y doblada para abajo
y esas recriminaciones eran ciertas también, cada una de ellas
y las uñas que eran ojos, o sea el dedo gordo y el más alto
por eso las ibas a buscar desde quién sabe cuándo, y las decías ahora
ahora que ya entendía yo la forma de todo
entonces me preguntaste algo, no se qué, algo me preguntaste
y te tuve que decir
tus patas parecen un extraterrestre, sos poco seria
te dije
y vos, con los cachetes  mojados, con los ojos rojos, con tu ceja preocupada
con la cara así miraste y te diste cuenta que traías extraterrestres en los pies
y dejaste escapar a tu risa
una última risa que fue como una despedida
una risa que salió viva, una risa con abrazo, una risa con un mono
que nos vino a decir soy la risa de que rieron juntos hasta el último día
porque de la mía salió otro mono
y los dos monos nos llenaron la habitación, se pusieron a hacer cualquier cosa
hacían sus gracias, daban vueltas, hasta un mate capaz hacían
salían por la ventana a hacerles piruetas a unos que estaban besándose bajo un árbol
y volvían
los monos en la suya, y nosotros en ninguna
yo no sé lo que respondí
yo no sé tanto cómo siguió todo
pero de tu voz salió un mono, y de la mía otro mono
y luego te fuiste, luego hasta nunca, y todo eso
pero a veces, mientras sueño, me visita ese mono tuyo
baja por la terraza
abre la puerta
me mira un rato
me ve durmiendo
se queda otro rato 
y luego se va
se va por la escalera

escalón por escalón
primero la chancleta verde
después el pie desnudo

lunes, 10 de junio de 2013

policial

cargó su cartucho con tres domingos grises
disparó tres tiros seguidos
y se fue caminando bajo la lluvia
con total impunidad 
el asesino

probando

probando la "memoria emotiva" en el ámbito literario.
creo que funciona

gente que tal cosa

hay gente que se mata por amor
no haya forma mejor de morir tal vez
otros no se matan la vida
se matan la dignidad
husmean rejillas mugrientas
por donde alguna vez corrió un agua
un agua que ya no

hay otros que sólo nos ponemos a traducir
ciertos impactos internos
una afluencia real
que llenan las llemas
de dos dedos
uno que escribe la hoja
otro que seca la cara

sustituciones

cambiateló
cambiate el nombre
una
tres
ocho veces
cuántas veces
cuántos nombres distintos
tantos como quieras
cantidades imaginate vos
combinaciones imaginate
vos, tu creatividad, tu tormenta de cerebros
create veinte mil ochocientos cincuentaitres nombres
si feliz te hace eso



vivan los nombres

vivan todos tus nombres




lo que lamento
es que ninguno de esos
de esos tantos nombres
le va a servir de escudo
al próximo imprudente
que ose mirarte a tus ojos
a esos ojos que no olvido
y nombrarte por alguno

domingo, 9 de junio de 2013

grillo

en el medio de un bosque hay un grillo cantando
ese grillo que canta es uno cantando llorando
porque gritándole a la luna ésta sólo responde con noche
pero cantándole a la noche, se nos regala una luna

noche y luna dice el grillo
cuál es el ritmo que demandan?
cada cuánto tiempo, el tiempo pasa?
y cuál es el pájaro más tenaz?
cuál de todos, el más tenaz de la cosecha?

este grillo atolondrado, este grillo que es uno
enfrentándose al bosque y su oscuridad
reflexiona sobre su estadía 
algo bien funciona mal se dice
se dice y se pierde entero
allá afuera hay un pájaro
de la cosecha es el más tenaz
el que le arrebata plumas al amor

grillo es grillo en desasosiego
grillo es grillo perdido entero
disfrazado así
rugoso y verde con brillo blanco
un brillo emnado de luna
que desde antes y hasta después
de que surge a la noche
de que la luna se arroja sobre la noche
que este grillo, que canta solo
que este grillo se muere de muerte

y pasada la noche ya 
cuando casi la luna ya se va 
cuando casi se va la luna se pregunta
¿a quién le cantaba ése?
¿a quién cantaba ese cuerpo verde,
atolondrado, arrojado sobre el bosque?
el cuerpo ese que ya no canta, acechado por un pájaro cualquiera,
¿a quién le cantaba ése, disfrazado de brillo, de tanto brillo blanco?
de la cosecha el más tenaz

lunes, 3 de junio de 2013

silbando al revés

de a ratos, de a ratos me mato, te escribo un garabato prometido alguna vez. una piedra te arrojo, te mocho los ojos, me ves oscuranteado y silbamos al revés. Cómo, cómo, cómo, se pregunta pajarito. que cómo puede ser?
Y cómo que qué? adiciona algún ciempiés. Se van centrifugando, al vado navegando, nuestros animalitos, como rumbeando a un circo, a un circo dando vueltas y mirandosé, circo, circo, circo, ¡circo más bien! si tienen en los ojos de pájaros ciempiés, si tienen en su vista a las nubes yendosé.
Uyuyuy un recuerdo, uyuyuy me acuerdé, uyuyuy será el tiempo que pasó otra vez. Relojes relajados vivieron avistados las nubes alejadas alistandosé, perfumadas o lejanas, lejanas y alojadas, en otras brumas de mañana que no se pueden ver.

Quedamos solos, solos y rumbeando, yo con la paloma y el bicho de los piés. tomamos un camino, bailamos y reímos, sentimos que haya algo, algo que pasó esta vez. un botoncito nuevo en mi camisa rota podrá tal vez que sea lo que pudo suceder. pero qué pajarito sería tan maldito de admitirme tales riesgos de elegante parecer. Mas bien no nos parece, nos dice ¡oigan, esperen! volándose a su nido, volándose otra vez. se trepa a su árbol, se arropa con la rama, la rama de su nido, su nido arbolado, su rama anidada, su árbol enramado, su nido-rama-ábrol, su botón-ciempiés-vado, sus ratos, sus caminos, garabatos prometidos, sus piedras-ojos-circos, sus nube-bruma-tiempos, con todo yendosé. son todos malparidos, malditos engreídos. que qué piensan de pajarito. todos alejados todos ya relojes, todos relajados, alojados solos y rumbeando, y yo pajarito mocho, yo botoncito poco nuevo, yo pajarito de camisa rota, mejor me mato o mejor me largo, me largo a llover.

sábado, 1 de junio de 2013

Mirandoté

Me importa tu farol. Me ombligo en tu luna. Salto tu cielo, de estrella en estrella. Con tu noche me cubro. Me agazapo en vos, rodeado de luna tuya, de estrellas tuyas, de noche tuya.
Y por vos también desciendo. Bajo de vos a vos, de vos en vos. Procedo el descenso por tu ventanas. Miro adentro de cada una. Hay mas de diez, las he contado, pero algunas son difusas. No distingo si son ventanas o el brillo propio de tu superficie, porque en ambos me está permitido curiosear, en los dos puedo entrometer los ojos y descubrirte por adentro.
Allí, donde los prudentes no llegan, por rendirse ante las paredes opacas, ante la fascinación del mismísimo farol que los encandila. Ese farol del que aprendo cuando miro al interior de tus ventanas. Ese farol que me importa.